miércoles, 9 de febrero de 2011

Entre les murs

Enseñar no funciona nunca porque finalmente en la vida aprendemos solos. El profesor será feliz cuando renuncie a enseñar e intente simplemente dar a los alumnos un marco que les permita reflexionar, hacer trabajar sus ojos, sus orejas, su cerebro, y por qué no su cuerpo, su creatividad. Todos los países, o casi, atraviesan una crisis de la enseñanza porque rechazamos entrar en esta lógica. Puede ser utópico, y sin embargo es tan simple.
François Bégaudeau (el profe en la película y en la realidad)


La traducción del título de la película no es muy acertada, entre las paredes tiene mucho más sentido una vez que ves la película.

Mágnífica, en versión original, no se cómo será la traducción al español, os recomiendo que la veais subtitulada.

Película obligatoria para los que queremos dedicarnos a la enseñanza. Esto tiene que ser algo vocacional y hay que creerselo, si no, cualquiera aguanta este ritmo... y yo que me quiero ir a dar clase a Francia.... ya veremos.

Por cierto el profe es el mismo autor del libro, y un personaje muy polifacético e interesante.

jueves, 3 de febrero de 2011

Hasta los ovarios de tantos cojones

[Del blog Carne Cruda]

Se levanta a las 6 y media para darle el biberón al bebé. Pero hoy se ha levantado a las 6 porque le ha despertado su llanto. Le saca de la cuna y un hedor inconfundible le avisa de que tiene que cambiarle. Se dirige hacia el baño pensando: "¿A qué huelen las cosas que no huelen?" Se mira en el espejo, con la legaña colgando, los ojos hinchados, y piensa: “Porque yo lo valgo”. Prepara el biberón, se lo da al niño. Llora. El niño. Ella también un poco. Por dentro. Pero no hay tiempo. Se viste. Se desviste. Se vuelve a vestir. No le convence. No se ve bien. El pantalón le marca las caderas. Demasiado anchas. La camiseta le hace demasiado pecho. Demasiado provocativo. Cambia de jersey. Demasiado poco provocativo. No se siente “fina y segura”. No se siente ni de lejos como la chica de la portada de la revista. La ropa no le sienta como a la del cartel de la tienda. No tiene las caderas tan estrechas como ella. Ni su cara está tan tersa como la del anuncio, ni tiene photoshop en el armarito del baño… Ni, ni, ni, ni… Piensa: “Nosotras sí que somos la generación nini. Ni paramos, ni descansamos, ni podemos NO estar guapas”.
Ella tiene que ser la chica nueva en la oficina que se llama Farala y tiene que estar divina. Ahora sólo le falta que le venga la regla. Y como si la hubiese llamado, ahí está. Estupendo. Piensa: "La regla es mucho mejor con EVAX". Pero no pasa nada: ella es "muy segura, muy mujer". Gracias a Ausonia.
Llega tarde al trabajo.Y antes tiene que pasar por la guardería para dejar al niño. Podría llevarlo él, pero él siempre dice: "Pero a ti te pilla de camino, cariño". Sale de casa. En el ascensor, el niño vomita el biberón. Sobre su ropa. Piensa: "Te sentirás limpia, te sentirás bien". Vuelta a casa. Vuelta a cambiar al niño: "¿A qué huelen las cosas que no huelen?"Vuelta a cambiarse.


Sale corriendo. Ya no llega tarde. Llega tardísimo. Corre. Corre todo el día: a la guarde, al trabajo, al súper, a la reunión, a casa a comer rápido, a la peluquería para cuidarse ese pelo, esas uñas, que si no se cuida, no se ven bien. Y da aspecto de descuidada. Al jefe, al compañero, al señor de la ventanilla donde hay que pedir un préstamo, al señor de la tienda donde va a comprar unos zapatos nuevos porque los viejos no son modernos, no se parecen a los de Sexo en Nueva York, que son los que se llevan, los que gustan, los que hacen que gustes. Eso es lo que te han dicho. No es que lo creas, es que no tienes más remedio que aceptarlo.
Con esos zapatos en los que no está cómoda ni tumbada, corre, corre todo el día. Llega sudando a todas partes. "Mujerona, el olor a sudor que no te abandona". No importa, no pasa nada. Se siente: “muy segura, muy mujer”. Gracias a Ausonia.
Sólo se detiene para comer. Pone la tele. La Sexta, la cadena progre, la concienciada. Salen un montón de modelazas vestidas con un escote que te corta la digestión y vestidas para ir a un cotillón. En pleno mes de marzo a la hora de comer. Hasta la del telediario está buena. Lo típico.
El niño llora. Ella también. Ahora también por fuera.
Siempre he pensado que la tan cacareada liberación de la mujer es una farsa. Habéis salido de una para meteros en otra. O mejor dicho no habéis salido de casa y os habéis metido en el trabajo y os han metido, os hemos metido, en un anuncio y una película que vemos en cada esquina, cada televisor, cada revista. Esas revistas que te dicen cómo ser mejor en la cama, como tenerle más contento, cómo estar más atractiva, cómo ir más a la moda.

Las mujeres no estáis sólo discriminadas, estáis incriminadas. Se os hace sentir culpables por no ser más guapas, más esbeltas, mejores amantes, mejores madres, trabajadoras más eficientes, por no complacer a “vuestro hombre”, por no tener las pestañas suficientemente rizadas, las piernas suficientemente largas ni suficientemente depiladas, ni los brazos suficientemente largos para llegar más lejos. Sois culpables por no tener más brazos para cuidar al niño, mientras le das el biberón al bebé, mientras te depilas, mientras te rizas el pelo, mientras te arreglas las uñas, mientras arreglas la casa, mientras haces la cena, mientras terminas tu trabajo en la oficina, mientras recoges al chaval en el cole, mientras haces la compra,… ¿Por qué las mujeres no tenéis más brazos y más piernas?... y mientras, no te olvides: “hazte mechas”, mientras, mientras, mientras... Y entre mientras y mientras, no tienes un solo mientras para pensar en ti misma. Ni siquiera sabes ya muy bien qué o quién eres tú misma, la madre, la mujer, la empleada, la empleada del hogar, la buenorra del cartel, el pibón de la película, la chavala de la revista. Mientras sólo tienes tiempo de pensar: “Estoy contenta de ser mujer”
Si yo fuera mujer, no estaría contenta de ser mujer. Estaría hasta los ovarios.