miércoles, 15 de mayo de 2013

Las historias vienen a mi..no lo puedo evitar




Ahora que estoy estudiando educación infantil, profundizando en los conceptos de aprendizaje, de habilidades sociales, está claro que la mayoría de las cosas se aprenden a lo largo de la vida, no se heredan, cosa que parece muy obvia pero que a muchos les da coraje porque les encanta eso de es igualito que su padre¡¡ claro señora, porque es lo que ha visto en casa desde que nació, no por la carga genética. Pero bueno, dejemos a los médicos con sus genomas (no me interesa nada lo que viene genético porque no se puede hacer nada con ello) y vayamos a lo que si me interesa, lo que se aprende.
Pues sí, desde la facultad básicamente fui consciente de que yo era bastante personaje, quiero decir, que me pasaban cosas, muchas cosas que a los demás no, y que a mi además me gustaba contarlas. Antes, en el instituto era demasiado tímida para hacer casi nada y mucho menos para contarlo a los cuatro vientos. En la facultad la cosa fue evolucionando y yo me veía más suelta.
Sé que he hecho muchas cosas, soy una persona muy inquieta, pero es que además me fijo en cosas que los demás parece que no ven o que no les dan importancia, y sobre todo me gusta contarlas, oralmente y por escrito. Cuando comencé mis viajes por Sudamérica comencé a hacer las crónicas viajeras y ahí fue ya mi consagración al gran público, al gran público que eran mis amigos y familia, que me devolvían los correos electrónicos con entusiasmo: sigue contándonos cosas killa, me he reído mucho… todavía está en el recuerdo aquel del niño cieguito de Puebla, en México, que escribí mientras los demás estaban viendo un partido de futbol entre tequila y tequila. Para mí no tenía mucho merito, imposible no describir las millones de cosas que se ven en un viaje a otro país, y sobre todo las cosas que nos pasaban, a la maripili y a mí, que nos metíamos de cajón en todos los charcos.
Luego llegó la época del trabajo en la Junta, ya en la etapa sevillana, donde en los desayunos, (sí esos famosos desayunos de funcionarios donde el tema más interesante eran las cortinas que me he comprado para mi cocina son blanco roto, o en el Ikea hay unas sillas jardenhöfen estupendas), para no morir de aburrimiento me ponía a hablar, a contar cosas mías y claro pues la gente me escuchaba con atención, los chacras y las constelaciones familiares daban mucho juego, pero lo que más le gustaba al personal era los viernes por la mañana, cuando la noche anterior había visto en la tele Mujeres Ricas, ese docu realiti de mujeres Españolas exageradamente ricas. Recuerdo bien a una de Marbella y a otra de Almería, asquerosamente ricas y que nos mostraban su vida de lujo absoluto, sin ningún pudor, sin ningún problema moral… aquello era demasiado pa mi cuerpo, yo no podía dejar de verlo ni una semana porque no me podía creer el desparpajo con el que hablaban de mi marido es un petardo y yo estoy casada con él por el dinero, y el marido ni aparecía en todo el programa, y la niña no ha estudiado nada y tiene una crisis de ansiedad porque su peluquero se ha puesto malo  hoy y no puede arreglarle los rizos. Aquello atentaba contra todos mis principios morales, de justicia, de poca vergüenza, de todo… y por eso mismo me fascinaba, porque esas mujeres no tenían ningún pudor en expresarlo ante las cámaras, estaban más allá de las familias ricas que yo controlaba del pijerio sevillano, del caciquismo andaluz, que pueden tener mas o menos dinero pero no dejan de estar metidos en sus propios corsés de clase, éstas no, éstas eran sencillamente personas tan  ricas que se podían permitir ir vestidas de jipis y decir yo quiero más a mi perro que a mi marido, o enseñar a su madre y que se viera que era una señora normal de barrio de Almería…
Pues bien, aquello me dejaba perpleja los jueves por la noche y los viernes por la mañana preguntaba en el desayuno: ¿Alguien vio ayer mujeres ricas? Y por supuesto casi nadie o nadie lo veía, y entonces yo que pretendía entablar una conversación de marujeo comentando la jugada, pues tenía que hacer un relato exhaustivo de lo que había visto, y mis compañeros se quedaban todo el tiempo escuchándome atentamente y riéndose a carcajadas. Una vez pregunté como todos los viernes ¿Alguien vio ayer mujeres ricas? Sí, contestó una, y me pareció un coñazo de programa, a mí lo que me gusta es que nos lo cuentes tú…
Ese día fui consciente que, entre otras cosas, yo había venido a este mundo para contar historias. 
Y de ¿dónde me viene a mi este don? ¿me pasarán tantas cosas para que las cuente? Cuando sea mayor voy a ser una escritora famosa… ¿ soy un tanto personaje porque he nacido así? Y aquí es donde empieza la historia que quiero contar hoy, de casta le viene al galgo: mi madre. Esa señora sí que es una personaje, de las buenas, y cuando vi la película de Carmina o revienta pensé, claro Paco, tú has pensado lo mismo que yo, con una madre así, esto hay que contarlo, pues bien, lo mismo estoy haciendo yo hoy, con una historia como la que me ha contando mi madre hoy, esto hay que contarlo.
Ayer llamo a mi madre y me da fuera de cobertura, que raro… al medio día me manda un sms. Mi madre considera que las modernidades como internet y el guasap pues que le parecen bien pero que a ella le dan igual, que con los sms tipo telegrama se apaña perfectamente: hace sol, ¿como estas? Nosotros bien. Besos. En fin, sms de ayer al medio día: estoy en San Benedicto, luego te llamo.  Yo me quedo pensando, ¿San Benedicto? Eso qué es una calle, un hospital, aquí en Sevilla donde el 90% de las cosas urbanas tienen nombre de virgen o de santo cualquiera sabe… y hoy me entero que no, que habían ido a ver con su grupo de amigas del colegio, (señoras jubiladas que compartieron la primaria y la secundaria hace ya la tira de años y que se han vuelto a juntar sin el facebook ni nada), a una de ellas que es monja de clausura en un convento perdido de la mano de dios, bueno, en este caso no claro, en medio del campo. Van allí se cogen su tren, su taxi y se tiran un día entero detrás de unas rejas de las de pinchos, ellas a una lado y su amiga monja al otro charla que te charla… claro, a mi me proponen un plan así y no me lo pienso ni media, se me ocurren mil preguntas que hacerle a una monja de clausura que lleva 50 años enclausurada, sin agua caliente, con vida ascética…  La monja, de la que mi madre no se acordaba del colegio y ella perfectamente, resulta ser una señora muy simpática que les cuenta un montón de cosas y aquello se convierte en una charla de mujeres de 6 horas, con descanso para comer, dale que te pego con esa facilidad que tenemos las mujeres para hablar de nuestras cosas y que agustito que me siento. En una de estas la monja se pone seria y dice, esto que os voy a contar es verdad, no es que yo lo haya oído, es que me lo contó a mi directamente la hija de la protagonista. Ese momentazo Paco Gandía no tiene nombre. 
Resulta que una señora de Málaga estaba malita y les dice a sus hijas que cuando se muera ella ya tiene preparada su mortaja en el último cajón de la cómoda. La señora se muere y con el disgustazo van las hijas al último cajón de la cómoda; la sorpresa es tremenda: el traje de gitana¡¡ por lo visto la señora era muy salerosa en vida y las hijas entre el disgusto, la sorpresa y esa costumbre nuestra de la voluntad de un difunto está por encima de todo, la visten de gitana con to sus avíos, peineta, flor, collar… vamos pa habernos matao. Esa señora en ese tanatorio, la gente riéndose, y las hijas pensando, desde luego que madre, hasta en su entierro tenía planeado que lo pasáramos bien y nos riéramos. Bueno, pues ahí no queda la cosa dice la monja a mi madre y sus amigas. Meses después, limpiando la casa, ordenando, tirando, dando cosas… una de las hermanas está vaciando la cómoda y en el último cajón, debajo de unas mantas se encuentra una caja perfectamente preparada y donde pone con letras grande: MORTAJA y la abre con la cara descompuesta y se encuentra con un hábito de monja de la orden de la monja en cuestión… Los renglones de dios se escriben torcidos, si, y a veces pa jartarse de reir. Paco, esto tenías que haberlo contado tú.