La familia pesa, para lo bueno y para lo malo, ya hemos visto un poco en clase de sociedad, familia y educación algo de esto, pues bien las cosas que se han movido y que han pasado en nuestro sistema familiar nos influyen, conozcamos o no las historias, acaban saliendo en nuestra vida cotidiana queramos o no, por eso es mejor conocerlas, para comprender ciertos procesos nuestros que no acabamos de resolver. En esto se basa la psicología gestal, las constelaciones familiares y como acabo de enterarme, la pedagogía sistémica, ea, y yo sin saberlo¡ Pero bueno, eso es otra historia y lo contaré en otra entrada.
Hace un tiempo empecé a interesarme por la memoria histórica y descubrí una herramienta de trabajo de los antropologos e investigadores de las ciencias sociales, las historias de vida, entrevistas personales a la gente que ha vivido la historia reciente y que cuenta su visión, por supuesto personal e intrasferible de, por ejemplo, la guerra civil y la represión posterior. Hay montones de datos interesantes de cómo era la vida cotidiana, cómo eran las familias, cómo vivian estos niños el poder ir a la escuela, la figura del maestro, etc. Y una cosa llevó a la otra y claro, ¿cómo fue esta época en mi familia? nunca me habían contado nada, pero no porque hubiera cosas ocultas que era mejor olvidar, no, simplemente porque yo no había preguntado nunca (¿os suena esto? lo hemos visto también en clase, lo de tener en cuenta la opinión de los alumnos, el conocimiento del que parten y su historia familiar). Así que me puse a preguntar y salió una historia de pelicula, que me ayudó a comprender muchas más cosas de las que yo me podía imaginar.
Ahí va la historia, como a mi me gusta contar las cosas, como en los cuentos, que para ser "objetivos" ya están los telediarios:
Había una señora allá por los últimos años del siglo XIX que se llamaba Maria Luisa y que era maestra, vivía de aquella manera, como vivían los maestros de aquella época, con una mano delante y otra detrás. Tenía un hijo, Manuel que también estudió y fue maestro, pero con poca vocación, él tenía otras ambiciones y mira tu por donde fue a conocer a una chica de un pueblo que era de una familia comerciante, y aunque al padre de ella le hubiera gustado que su hija se casara con alguien de más poderio pues al final este Manuel tenía sus estudios, al menos sabía bien sumar y restar y le serviría para continuar el negocio. Pronto se dio cuenta que Manuel era mucho más interesante de lo que parecía. Al poco de llegar al pueblo ya se había casado con una de las muchachas más pretendidas y se había hecho un personaje popular, tanto es así que en la Segunda República después de las primeras elecciones y unos cuantos años de alcalde socialista, en las siguientes se presentó él, con el partido republicano de Lerroux y ganó como alcalde, republicano pero de derechas claro, que para eso era comerciante.
Su mujer, Virginia, se dedicó a tener hijos, que era lo que le correspondía en aquella época. La mayor fue Cándida, y le siguieron 6 más. Cómo tenían hijos de sobra y aquello no tenía pinta de parar, la abuela Maria Luisa, que se había quedado viuda y que vivía sola en otro pueblo, les pidió que le mandaran a Cándida a vivir con ella, para criarla. Allí se fue Cándida con su abuela-madre a vivir en otro pueblo a que la cuidaran y le enseñaran a leer y a escribir, allí fue donde le inocularon el gusanillo de la enseñanza, de la curiosidad por la vida y las cosas, de los rios de la Península y de España limita al norte con los Pirineos...
Y lo que son las cosas, Virginia de tanto parir y parir, con la séptima descansó y murió la mujer de una fiebres del parto, con 32 añitos, que ya era toda una señora. Y claro, ¿qué hacía ahora Manuel siendo alcalde, con 6 hijos a su cargo y un negocio? Pues Candida, vente para casa y ocupaté de tus hermanos que para eso eres la mayor y eres mujer.
Con 11 años Candida tuvo que dejar la niñez, las ganas de aprender y el ser hija única para pasar a ser madre de 6 hermanos pequeños, ahí comprendí porque esta mujer, cuando luego tuvo sus propios 6 hijos nunca hacía el papel de madre, normal, ya lo había hecho de pequeña.
Aún así se las apañó para poder seguir estudiando para ser maestra, conocer al hombre de su vida e irse a Sevilla para pasar el examen de oposiciones. Corría el año 1936, y ¿sabeis cuál era el día del examen de oposciones? Pues sí el 18 de Julio, tenía Candida las oposiciones de maestra, en pleno centro de Sevilla, en el pasaje Villasís, y allá que se fue ella, con su abanico monisimo con la foto de su novio por delante y todas las formulas de matemáticas y física y química por detrás apuntadas, que ella era más de letras que de ciencias. Y estando haciendo el examen se presentó un hombre gritando: ¡que ha habido una sublevación¡ ¡que el ejercito está en la calle¡ y de allí salió todo el mundo corriendo.
Cuando se aclararon las cosas dieron por aprobados a todo el mundo que se presentó. Para entoces Candida ya se había casado y tenía que ser una señora de su casa, que para eso era la mujer del abogado del pueblo y vivían en la parte noble, eso sí, con la casa de alquiler y siempre sin un duro, porque todo se iba en que los 6 hijos que tuvieron estudiaran y en mantener un nivel de vida de señores respetables. Ella era Doña Candida, toda una institución, y las mujeres tenían que ocuparse de su casa, si no hacía falta el dinero, ella no tenía porque trabajar.
Así pasaron los años y la vida quiso que su marido, algo mayor que ella, muriera de repente, de un infarto, justo cuando estaba muriendo el dictador, practicamente el mismo día. Esta mujer se derrumbó un momento, Enrique había sido el hombre de su vida, el único, aquello era un amor de los antiguos, de los de fotos en sepia. Pero bueno, ella tenía todavía un hijo en casa, y sobre todo tenía sus oposiciones de maestra y menos de 65 años.
Todo empezó a cambiar, llegó la transición y luego la democracia y Candida se empezó a mover, mire usted, yo soy maestra, aunque nunca he ejercido, me gustaría dar clase. Unas cuantas nuevas leyes, cambios administrativos y unos pocos de cursos de adaptación que ella enmarcó y colgó en su casa como autenticos trofeos y esa señora, Doña Candida, en vez de quedarse en su pueblo cuidando a su hijo pequeño se fue a dar clase, a lo que entonces era "parvulitos" y le tocó nada más y nada menos que una escuela de Torreblanca, finales de los 70 y principios de los 80. De lunes a viernes vivía en una pensión al lado del colegio, y los fines de semana se volvía al pueblo, por esas carreteritas de la época, que estaba a más de tres horas de Sevilla, y le arreglaba las cosas a su hijo y vuelta a empezar. Así estuvo hasta que la dejaron, hasta que ya no pudo reengancharse más y se tuvo que jubilar obligatoriamente.
Todavía conservo un juego de madera de palos de colores de distintos tamaños para estudiar matemáticas que usaba con sus alumnos, ¿que por qué quiero enseñar? Candida era mi abuela materna.
que guay! me ha gustado mucho!
ResponderEliminarMe ha encantado!!
ResponderEliminarGracias por compartir tu historia :)
¡¡Genial!! Me alegra mucho que diseñaras esta entrada. Gracias. Saluditos Lola
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